Hace
mucho tiempo, cuando aún los hombres adoraban a los Dioses, existió
en un lugar alejado del monte Olimpo, un jóven llamado Katára.
Su
nombre significa maldición, ya que su bisabuela que era bruja, la
abuela de su futura madre, lo maldijo dentro de el vientre,
diciéndole que tendría que nacer muerto; pues se avergonzaba
profundamente del estado de su querida nieta.
Sin
embargo, los Dioses no permitieron tal atrocidad, protegieron al niño
con sumo cuidado, a petición del Dios Poseidón, y prometieron que
llegado el momento de su muerte, sería deidificado y colocado entre
las estrellas.
Su
infancia nunca fue fácil, fue condenado a vivir una muerte en vida,
con miseria, sufrimiento, y dolor; su padre biológico o progenitor
lo abandonó cuando él aún no había ni nacido, y su madre y su
abuela hicieron de padre y de madre cuidándolo hasta la mayoría de
edad.
Fue
entregado a las más duras pruebas. Una de ellas, consistía en
aguantar los insultos de su compañeros de escuela; los cuales le
hacían llorar por el simple hecho de ser diferente, era un gran
amante de los hombres, y el eterno amigo de las mujeres.
Otras
de las pruebas, fue ver a su difunta madre dentro de un féretro de
cristal, y lloró amargamente por su pérdida irreparable; puesto que
había soportado de forma digna, una enfermedad incurable, durante
largos y largos años de existencia.
La
siguiente prueba fue, cuidar de su abuela, su casa, y de su hermano
durante un promedio de doce años, amarrado con grilletes en sus
muñecas y sin poder salir al exterior para ir a trabajar.
Solo
el amor verdadero podría destruir esa gran losa de piedra, que había
caído en sus espaldas, pero hasta el amor le era esquivo y no le
pertenecía; muchos hombres se apartaban de él, pensando que era un
lascivo y lujurioso, lo miraban con asco, indiferencia y por encima
del hombro; solo entonces, comprendió, que debía hacer el bien a la
humanidad, dar cosas buenas al prójimo, y ayudar a todos los hombres
sin excepción, pues en eso consistía su salvación, para conseguir
lo que realmente le interesaba.
Otra
prueba fue sin lugar a dudas, el de deshacerse de una secta religiosa
en la cual había caído, debido en parte a sus miedos de ultratumba;
los dioses querían comprobar, si era capaz de ser libre para
trascender al olimpo como semidios, ya que, según cuenta la leyenda,
era hijo directo del Dios Poseidón, rey de los mares, fuentes, y
aguas.
Con
el tiempo, fue liberado de todas sus cadenas, que le impedían seguir
avanzando en el largo camino de su vida.
Hasta
que por fin, la Diosa fortuna le sonrió enviándole a Eros, y éste
le disparó sus flechas, para que se enamorase de un hombre escultor
llamado Lápato.
A
pesar de las dificultades que había entre ambos, lograron casarse y
ser felices, después de mucho tiempo buscándose el uno al otro por
toda la tierra; de manera, que la maldición dejó de existir.
El
problema que existía todavía, es que no podían tener hijos de
forma natural, puesto que eran dos hombres, y no podían concebir
como un hombre y una mujer.
No
obstante, Lápato, esculpió una niña en piedra, y la llamó Pasión,
precisamente porque era el fruto de lo que sentían ambos el uno por
el otro; pero para eso, le pidió inspiración al propio Hefesto,
quien estuvo de acuerdo en darle las medidas y la belleza adecuada,
si a cambio, cuando ésta fuese mayor de edad, se la concedía en
matrimonio sagrado ante los ojos de Zeus.
Zeus,
instigado por su hermano Poseidón, aceptó de buen agrado, lanzar su
rayo hacia donde estaba la escultura, y al instante cobró vida.
Cuando
los padres de la niña estaban alejados, la niña se encargaba de
tocarles con su dedo índice el corazón; de manera, que ambos se
volvían locos y necesitaban con urgencia volver a estar juntos, para
demostrarse todo el amor que sentían.
Al
morir los tres, los hombres de la Isla de Chipre, pusieron el nombre
de Lápato a su ciudad, en honor al gran escultor y artesano que les
había edificado grandes templos y esculturas colosales; Lápato, a
su vez, esculpió a su gran amor Katára, que se convirtió en el
Dios de los malditos que encuentran la buena suerte, y la hija de
ambos llaMada Pasión, fue esculpida por Hefesto, el Dios de la
fragua quien se enamoró profundamente de ella, a pesar, de haber
sido rechazado por ella en varias ocasiones.
Harto
de sus desplantes, esperó pacientemente a que Pasión muriese y
fuese conducida al olimpo; y una vez muerta, la volvió a transformar
en una escultura, y con su martillo gigante la rompió en cientos de
pedazos.
Las
rocas que surgieron de ella, sirvieron para hacer los grandes
acantilados que se encuentran en dicha isla; y en donde los
enamorados, se juran amor eterno con pasión y delirio.
Zeus
no se olvidó de su promesa, los llevó a los tres al olimpo, y una
vez allí, los convirtió en meteoros fugaces; colocándolos, eso si,
en la bóveda celeste, donde se perseguirían el uno al otro sin
descanso cruzando el extenso universo, hasta volver a encontrarse de
nuevo en la tierra.
Otras
versiones, sin en cambio, aseguran que Zeus, los convirtió a los
tres en tres peces pequeños, y los puso en una fuente cerca de sus
jardines para que jugasen de manera eterna.
Desde
entonces, los hombres, han sentido profunda pasión los unos por los
otros; y juegan a perseguirse, en las fuentes de agua más hermosas.
La
historia de amor de Zeus, con la madre de Katára.
La
madre del el jóven llamado Katára, antes de quedar encinta, paseaba
un buen día por las orillas de la playa al atardecer.
Poseidón
que la vio desde lejos sentado en un arrecife, se enamoró de ella al
instante, y al tocar sus escamas de pez, éstas se convirtieron en
piernas.
Salió
hacia la orilla, y mientras lo hacía, adoptó la forma humana de un
hombre corriente, y se puso por nombre Aemilius, que en la lengua
original significa Emilio.
Entonces,
la cortejó y se la llevó a un jardín próximo a los arrecifes de
coral, y una vez allí, yacieron juntos entre nenúfares y flores de
loto.
Mientras
tanto, Hades los observaba desde el inframundo lleno de envidia y
celos, pues él también la amaba hasta el extremo; como sabía que
ella estaba encinta de Poseidón, la única manera de separarlos era
matando al primogénito de ambos.
Acudió,
pues, a la abuela de Antonelia, una bruja muy poderosa y perversa
(que era así, como se llamaba la madre del niño), e hicieron un
pacto oscuro; le dio toda su fuerza oculta, su energía diabólica
para arremeter contra la criatura, con una poderosa maldición, la
muerte misma.
Pero
Hera, la esposa de Zeus, se compadeció del niño, y mandó tejer un
velo de tela de cilicio; de manera, que cuando tánatos, vino a por
el niño para llevarlo al inframundo, no pudo verlo en absoluto,
haciendo que la maldición no fuese efectiva.
Furioso,
Tánatos, confinó al niño a vivir una muerte en vida, y solo podía
ser rota por la aparición de un verdadero amor; aunque, éste,
tardaría en llegar, ya que debía bajar del cielo a la tierra,
porque estaría forjado por las mismas manos del Dios supremo Zeus.
Creo
que el resto ya lo sabéis....
Mientras
tanto, en el olimpo, se debatían entre si los padres deberían
seguir juntos, o por el contrario estar separados; y para que no
hubiesen problemas entre los dioses y los mortales, llamaron a las
tres arpías para que cortaran el hilo de su unión.
A
Poseidón, no le quedó más remedio que abandonar a su amada y
volver al olimpo con los demás dioses; fue la ruptura más dolorosa
que se haya uno podido imaginar, pues hasta las sirenas lloraban y se
lamentaban por tal triste pérdida, y sus gemidos llegaban hasta los
puertos de las acrópolis más conocidas de la época.
Antonelia
se deprimió mucho, ya que nunca pudo rehacer su vida con otros
hombres, lo intentó, pero fracasó estrepitosamente; debido a esto,
se dio al vino y a los licores, y acabó embriagada, hasta tal punto,
que ésa embriaguez se convirtió en su peor enfermedad.
Su
muerte no se hizo esperar, y una noche tánatos vino a buscarla en
persona pensando, “ya que no me he llevado a su hijo, me llevaré a
la madre”; finalmente, murió engalanada con un vestido de
terciopelo negro, y con dos monedas en sus párpados como un soborno
para el barquero Caronte, llevándola hacia el otro extremo del lago
Estigia.
Al
ser incinerada, sus cenizas humanas fueron depositadas en una caja de
madera, parecida a un arcón; una vez hecho esto, su hijo Katára,
las dio como ofrenda a Poseidón, puesto que su madre Antonelia
adoraba el mar, y se bañaba en incontables ocasiones, disfrutando de
sus olas.
Poseidón
aceptó la ofrenda, y llevándose el arcón consigo, lo abrazó y
comenzó a llorar como un niño, puesto que la echaba mucho de menos;
la dejó en libertad, esparciendo sus cenizas por las orillas, y al
instante, sus arenas se volvieron morenas, recordando como había
sido su piel entonces, bronceada por los rayos de Helios.
FIN.
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