martes, 2 de octubre de 2018

"Katára, Lápato y Pasión", algo de mitología griega inventada, en base a mi imaginación.


Hace mucho tiempo, cuando aún los hombres adoraban a los Dioses, existió en un lugar alejado del monte Olimpo, un jóven llamado Katára.
Su nombre significa maldición, ya que su bisabuela que era bruja, la abuela de su futura madre, lo maldijo dentro de el vientre, diciéndole que tendría que nacer muerto; pues se avergonzaba profundamente del estado de su querida nieta.
Sin embargo, los Dioses no permitieron tal atrocidad, protegieron al niño con sumo cuidado, a petición del Dios Poseidón, y prometieron que llegado el momento de su muerte, sería deidificado y colocado entre las estrellas.
Su infancia nunca fue fácil, fue condenado a vivir una muerte en vida, con miseria, sufrimiento, y dolor; su padre biológico o progenitor lo abandonó cuando él aún no había ni nacido, y su madre y su abuela hicieron de padre y de madre cuidándolo hasta la mayoría de edad.
Fue entregado a las más duras pruebas. Una de ellas, consistía en aguantar los insultos de su compañeros de escuela; los cuales le hacían llorar por el simple hecho de ser diferente, era un gran amante de los hombres, y el eterno amigo de las mujeres.
Otras de las pruebas, fue ver a su difunta madre dentro de un féretro de cristal, y lloró amargamente por su pérdida irreparable; puesto que había soportado de forma digna, una enfermedad incurable, durante largos y largos años de existencia.
La siguiente prueba fue, cuidar de su abuela, su casa, y de su hermano durante un promedio de doce años, amarrado con grilletes en sus muñecas y sin poder salir al exterior para ir a trabajar.
Solo el amor verdadero podría destruir esa gran losa de piedra, que había caído en sus espaldas, pero hasta el amor le era esquivo y no le pertenecía; muchos hombres se apartaban de él, pensando que era un lascivo y lujurioso, lo miraban con asco, indiferencia y por encima del hombro; solo entonces, comprendió, que debía hacer el bien a la humanidad, dar cosas buenas al prójimo, y ayudar a todos los hombres sin excepción, pues en eso consistía su salvación, para conseguir lo que realmente le interesaba.
Otra prueba fue sin lugar a dudas, el de deshacerse de una secta religiosa en la cual había caído, debido en parte a sus miedos de ultratumba; los dioses querían comprobar, si era capaz de ser libre para trascender al olimpo como semidios, ya que, según cuenta la leyenda, era hijo directo del Dios Poseidón, rey de los mares, fuentes, y aguas.
Con el tiempo, fue liberado de todas sus cadenas, que le impedían seguir avanzando en el largo camino de su vida.
Hasta que por fin, la Diosa fortuna le sonrió enviándole a Eros, y éste le disparó sus flechas, para que se enamorase de un hombre escultor llamado Lápato.
A pesar de las dificultades que había entre ambos, lograron casarse y ser felices, después de mucho tiempo buscándose el uno al otro por toda la tierra; de manera, que la maldición dejó de existir.
El problema que existía todavía, es que no podían tener hijos de forma natural, puesto que eran dos hombres, y no podían concebir como un hombre y una mujer.
No obstante, Lápato, esculpió una niña en piedra, y la llamó Pasión, precisamente porque era el fruto de lo que sentían ambos el uno por el otro; pero para eso, le pidió inspiración al propio Hefesto, quien estuvo de acuerdo en darle las medidas y la belleza adecuada, si a cambio, cuando ésta fuese mayor de edad, se la concedía en matrimonio sagrado ante los ojos de Zeus.
Zeus, instigado por su hermano Poseidón, aceptó de buen agrado, lanzar su rayo hacia donde estaba la escultura, y al instante cobró vida.

Cuando los padres de la niña estaban alejados, la niña se encargaba de tocarles con su dedo índice el corazón; de manera, que ambos se volvían locos y necesitaban con urgencia volver a estar juntos, para demostrarse todo el amor que sentían.
Al morir los tres, los hombres de la Isla de Chipre, pusieron el nombre de Lápato a su ciudad, en honor al gran escultor y artesano que les había edificado grandes templos y esculturas colosales; Lápato, a su vez, esculpió a su gran amor Katára, que se convirtió en el Dios de los malditos que encuentran la buena suerte, y la hija de ambos llaMada Pasión, fue esculpida por Hefesto, el Dios de la fragua quien se enamoró profundamente de ella, a pesar, de haber sido rechazado por ella en varias ocasiones.
Harto de sus desplantes, esperó pacientemente a que Pasión muriese y fuese conducida al olimpo; y una vez muerta, la volvió a transformar en una escultura, y con su martillo gigante la rompió en cientos de pedazos.
Las rocas que surgieron de ella, sirvieron para hacer los grandes acantilados que se encuentran en dicha isla; y en donde los enamorados, se juran amor eterno con pasión y delirio.
Zeus no se olvidó de su promesa, los llevó a los tres al olimpo, y una vez allí, los convirtió en meteoros fugaces; colocándolos, eso si, en la bóveda celeste, donde se perseguirían el uno al otro sin descanso cruzando el extenso universo, hasta volver a encontrarse de nuevo en la tierra.
Otras versiones, sin en cambio, aseguran que Zeus, los convirtió a los tres en tres peces pequeños, y los puso en una fuente cerca de sus jardines para que jugasen de manera eterna.
Desde entonces, los hombres, han sentido profunda pasión los unos por los otros; y juegan a perseguirse, en las fuentes de agua más hermosas.

La historia de amor de Zeus, con la madre de Katára.

La madre del el jóven llamado Katára, antes de quedar encinta, paseaba un buen día por las orillas de la playa al atardecer.
Poseidón que la vio desde lejos sentado en un arrecife, se enamoró de ella al instante, y al tocar sus escamas de pez, éstas se convirtieron en piernas.
Salió hacia la orilla, y mientras lo hacía, adoptó la forma humana de un hombre corriente, y se puso por nombre Aemilius, que en la lengua original significa Emilio.
Entonces, la cortejó y se la llevó a un jardín próximo a los arrecifes de coral, y una vez allí, yacieron juntos entre nenúfares y flores de loto.
Mientras tanto, Hades los observaba desde el inframundo lleno de envidia y celos, pues él también la amaba hasta el extremo; como sabía que ella estaba encinta de Poseidón, la única manera de separarlos era matando al primogénito de ambos.
Acudió, pues, a la abuela de Antonelia, una bruja muy poderosa y perversa (que era así, como se llamaba la madre del niño), e hicieron un pacto oscuro; le dio toda su fuerza oculta, su energía diabólica para arremeter contra la criatura, con una poderosa maldición, la muerte misma.
Pero Hera, la esposa de Zeus, se compadeció del niño, y mandó tejer un velo de tela de cilicio; de manera, que cuando tánatos, vino a por el niño para llevarlo al inframundo, no pudo verlo en absoluto, haciendo que la maldición no fuese efectiva.
Furioso, Tánatos, confinó al niño a vivir una muerte en vida, y solo podía ser rota por la aparición de un verdadero amor; aunque, éste, tardaría en llegar, ya que debía bajar del cielo a la tierra, porque estaría forjado por las mismas manos del Dios supremo Zeus.
Creo que el resto ya lo sabéis....
Mientras tanto, en el olimpo, se debatían entre si los padres deberían seguir juntos, o por el contrario estar separados; y para que no hubiesen problemas entre los dioses y los mortales, llamaron a las tres arpías para que cortaran el hilo de su unión.
A Poseidón, no le quedó más remedio que abandonar a su amada y volver al olimpo con los demás dioses; fue la ruptura más dolorosa que se haya uno podido imaginar, pues hasta las sirenas lloraban y se lamentaban por tal triste pérdida, y sus gemidos llegaban hasta los puertos de las acrópolis más conocidas de la época.
Antonelia se deprimió mucho, ya que nunca pudo rehacer su vida con otros hombres, lo intentó, pero fracasó estrepitosamente; debido a esto, se dio al vino y a los licores, y acabó embriagada, hasta tal punto, que ésa embriaguez se convirtió en su peor enfermedad.
Su muerte no se hizo esperar, y una noche tánatos vino a buscarla en persona pensando, “ya que no me he llevado a su hijo, me llevaré a la madre”; finalmente, murió engalanada con un vestido de terciopelo negro, y con dos monedas en sus párpados como un soborno para el barquero Caronte, llevándola hacia el otro extremo del lago Estigia.
Al ser incinerada, sus cenizas humanas fueron depositadas en una caja de madera, parecida a un arcón; una vez hecho esto, su hijo Katára, las dio como ofrenda a Poseidón, puesto que su madre Antonelia adoraba el mar, y se bañaba en incontables ocasiones, disfrutando de sus olas.
Poseidón aceptó la ofrenda, y llevándose el arcón consigo, lo abrazó y comenzó a llorar como un niño, puesto que la echaba mucho de menos; la dejó en libertad, esparciendo sus cenizas por las orillas, y al instante, sus arenas se volvieron morenas, recordando como había sido su piel entonces, bronceada por los rayos de Helios.

FIN.











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